sábado, 1 de marzo de 2008

Un ejemplo de valentía desde México

Como algunos ya sabrán, la periodista mexicana Lydia Cacho escribió un libro, Los demonios del Edén, donde denunció una red de pederastia, encabezada por dos empresarios mexicanos de origen libanés, Kamel Nacif y Jean Succar Kuri, cuyos tentáculos salpicaban hasta a los más altos estratos de la política mexicana. Por este motivo fue secuestrada, detenida y casi violada en un penal de Puebla, con total impunidad, salvando la vida sólo por la rápida reacción de sus amigos y compañeros. Todo ello fue auspiciado por el Gobernador de Puebla, "Góber Precioso" para los amigos, gran aliado de uno de los implicados como se demostró en unas grabaciones de conversaciones telefónicas que se hicieron públicas poco después. Ahí empezó un acoso físico y moral contra la persona de Lydia Cacho que ha llevado a ésta a vivir bajo constante vigilancia pues su integridad física está en juego en un país donde la vida de un ser humano no tiene valor pero sí precio.

Meses atrás, la Corte Suprema de Justicia Mexicana (leer a lo 1984 para entender que no tiene nada que ver con su nombre), dictó sentencia del caso. No voy a extenderme en detalles legales ni jurídicos, quien esté interesado puede hacer su propia búsqueda en internet o consultar la página de Lydia Cacho que aparece en los enlaces de este blog. Lo que sí quiero resaltar es que dicha Corte decidió que no había pruebas suficientes para establecer que la red denunciada por Cacho existiese. Ello a pesar de los numerosos testimonios de niñas que fueron abusadas por estos subhumanos quienes, no obstante las espeluznantes grabaciones que atestiguaban sus preferencias sexuales y un largo etcétera de pruebas, se zafaron de la acción de la JUSTICIA gracias a la corrupción que corroe los cimientos de la política mexicana.

Hoy llegó a mis manos este artículo de Lydia Cacho respondiendo a los ofrecimientos que se le han hecho para que abandone México y salve su vida. Su final me ha hecho estremecer. Es emocionante comprobar cómo todavía quedan personas en este mundo que ofrecen sus vidas, en todo el sentido del término, por conseguir un mundo más digno.

Vaya mi admiración para Lydia Cacho y para tod@s l@s luchadores anónim@s que militan, en las filas que sean, por cambiar esta mierda de sistema que algunos han construido y que otros queremos derrocar.


RESPUESTA DE LYDIA CACHO: ASILO POLÍTICO

Hace unos días me entrevistó el corresponsal de la agencia de noticias EFE, durante nuestra charla me preguntó hasta donde, hasta cuando seguiré dando la batalla. Entre mis respuestas le comenté sobre varias reuniones con personajes internacionales que miran a nuestra patria, México, con ojos de asombro y cariño a la vez. El año antepasado la revista Yo Dona de España me otorgó un premio de Derechos Humanos y Periodismo, lo recibí de una mujer a quien admiro profundamente: María teresa Fernández de la Vega Sanz, la Vicepresidenta de España. Ella conocía bien el caso (el de los pederastas y pornografía infantil y por ende el del dúo dinámico del coscorrón contra mi: Mario Marín-Kamel Nacif).

Luego de entregarme el premio, la vicepresidenta, en una charla emotiva me ofreció con toda seriedad que en caso de que yo lo considerara conveniente, bastaría con buscarla para solicitar asilo político en España para seguir trabajando sin miedo a perder la vida. Le agradecí infinitamente su oferta, en especial porque en aquel entonces no había ganado la batalla legal a Kamel Nacif y pendía sobre mi cabeza la posibilidad de pasar 4 años en prisión por haber escrito “Los demonios del edén: el poder detrás de la pornografía infantil”.

El año pasado, luego de una charla con diplomáticos representantes de varios países de la Comunidad Económica Europea, recibí un ofrecimiento del gobierno francés. Dado que mi madre nació en Lyón, yo automáticamente puedo adquirir la nacionalidad gala, y con ello salir de México para protegerme de la venganza de las mafias criminales a quienes retraté con mi trabajo periodístico y a quienes he intentado llevar ante tribunales. Luego de los múltiples llamados de Amnistía Internacional, de Human Rights Watch y otros organismos internacionales, gente del Departamento de Estado norteamericano, me hizo el mismo ofrecimiento. Hace un par de semanas una extraordinaria mujer, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Louise Arbour, me citó en un hotel de la Ciudad de México para charlar sobre mi caso durante 20 minutos. En realidad estaba perfectamente enterada de todo, simplemente me pidió que le explicara qué había sucedido en la Suprema Corte de Justicia mexicana. Esta mujer de mirada dulce ha sido Fiscal en Jefe para crímenes de guerra del Tribunal Penal Internacional para Ruanda y del Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia. Actualmente es jueza de la Suprema Corte de su país (Canadá). ¿Cómo explicarle los 6 votos de la Corte a favor de Mario Marín a una experta en leyes? Sería soberbio de mi parte intentarlo. Ella conoce las llamadas telefónicas entre el “Gober precioso” y Kamel Nacif, también las de Nacif y el pederasta Succar Kuri, por lo tanto su pregunta era retórica, en realidad lo que me pidió fue que compartiera mi hipótesis de lo que está detrás de los 6 votos que avalan la impunidad a redes de pederastas y los 4 votos que nos dan esperanza. Cuando le dije que este es un caso de las y los mexicanos, no de Lydia Cacho, y por eso no me rendiría, me ofreció ayuda para entablar las denuncias en tribunales internacionales, al despedirnos con un abrazo me ofreció –en caso de sentirme insegura- la asistencia para exiliarme.

¿IRSE O QUEDARSE EN MÉXICO?He recibido cientos de correos, algunos me piden que me vaya del país y otros me dicen que me quede, que no me raje, que no estoy sola. Los leo todos, y quisiera tener el tiempo para responder a cada persona que se tomó el tiempo de escribirme, de compartir sus preocupaciones, o sus propias experiencias con la justicia mexicana.

Me escriben las familias de padres o hijos que fueron secuestrados, algunos asesinados, otros sobrevivientes de la ambición criminal. Mujeres y hombres que buscan angustiados a sus niños o niñas arrebatados por “robachicos” en algún parque o esquina de México. Me escriben amas de casa indignadas, empresarios que confiesan no tener mi valentía pero ser solidarios, me escriben niñas de catorce años que no entienden, ni quieren entender, la crueldad humana. Me escriben familiares, abogados, amistades de cientos de víctimas de pederastas en todo el país. De un niño violado en un colegio de los Legionarios de Cristo, de una niña violada por su abuelo, de tres pequeños abusados por un político. Me escriben amigas y amigos de la infancia a quienes les perdí la pista; desconocidos de Barcelona, de Madrid, de Berlín, de Italia, de Portugal, de Dublin. Compatriotas de Tijuana, de Torreón, de Nuevo León. Llueven correos de Monjas que salvan niñas en La Merced, de chavos banda que piensan que soy “una vieja a toda madre”. Leo correos de mi sobrino Santiago que a sus 12 años descubrió que en su país hay una Suprema Corte y que se indigna porque los Jueces y Juezas no puedan ver lo que “Un niño mexicano sí entiende: que un gobernador ayudó a proteger a unos pederastas y torturaron a Lydia Cacho por eso”.

Recibo un correo de mi amiga Itzel, que me dice que ella no tiene mi valentía. Y aquí el respondo que para ser valiente se necesita conocer el miedo, y el mundo sería mucho mejor si hubiera menos personas valientes y más personas felices y pacifistas.

No me voy, no voy a ninguna parte más que para adelante, hasta esclarecerlo todo. Porque perdemos en los tribunales pero ganamos al reivindicar el buen periodismo, nuestro derecho a conocer al verdad, a rescatar la honestidad, la solidaridad y la cultura aplicada de nuestros derechos humanos.

No me quedo en México por ser valiente, me quedo por dignidad. Ya nos han arrebatado suficiente a millones de mexicanos y mexicanas.
Yo, Lydia Cacho, a las mafias político-empresariales-criminales no les regalo mi libertad, ni mi derecho a estar cerca de mis amores y amistades. No les regalo ni una pesadilla más en su nombre, no les doy mi enojo sino mi paz interior; no les doy poder de ahuyentarme sino de saberse hombres y mujeres de espíritu pequeño.

Cada año 400 mil personas huyen de México expulsadas por la pobreza, la violencia y la corrupción. No podemos seguir sumándonos al exilio mexicano. Respeto a quienes eligen salir y cambiar su vida, abandonar la patria es un acto de valentía. Somos millones quienes soñamos con un país distinto, por eso sé, como ustedes me escriben, que no estoy sola. Parafraseando al maravilloso poeta Eliseo Alberto, compañero de mirada amorosa: “Si un minuto basta para morir, qué no va a ser suficiente para cambiar”.

Ellos, los corruptos y malos son en realidad muy pocos. Nosotras, nosotros, en cambio, seguimos siendo mayoría, por eso no pierdo la esperanza de que México pueda cambiar. Y por si las dudas, yo me quedo aquí para celebrarlo.


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