domingo, 30 de marzo de 2008

Más sobre la campaña de criminalización en México

El otro día comentábamos el asesinato de 4 estudiantes mexicanos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que se encontraban, junto a la única estudiante superviviente, Lucía Morett (ver video de la entrevista que le realizaron en el hospital de Quito donde se encuentra), en el campamento de las FARC bombardeado por el Gobierno colombiano en territorio ecuatoriano. En ese comentario se adjuntaban algunos fragmentos de un artículo escrito por un ser infame, Carlos Mota, quien, por lo que parece, habita en otro planeta. ¿O será que los que habitamos en otro planeta somos los que no vemos el mundo en términos de "negocio", "progresar", "triunfar", "gestión empresarial" y demás términos afines? No importa, el caso es que yo, personalmente, no quiero habitar en el planeta de Carlos Mota quien, por cierto, a pesar de las numerosas cartas y respuestas que ha recibido en estos días, persiste en su empeño de convencernos de que en este mundo lo único que importa es, grosso modo, hacer negocios. Pues lo siento por Carlos Mota pero somos muchos y muchas los que no aspiramos a ver el mundo desde su particular prisma, y no por eso somos "guerrilleros"...

Entre los que no se casan con el pensamiento de Mota está el profesor Adolfo Gilly quien, con fina ironía, ha escrito una carta de respuesta que me ha resultado digna de difundir en este blog. Eso sí, creo pertinente que nuestro público conozca primero cuáles son las ideas del susodicho Carlos Mota porque no tienen desperdicio. Juzguen ustedes mismos.



Carlos Mota
¿Quién quiere estudiar filosofía en la UNAM?

¿Qué perspectivas profesionales tiene un joven que estudie en la Facultad de Filosofía y Letras o en la de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM? ¿Podría ser contratado en empresas como Unilever, Nokia, Sony o Cemex? ¿Querría? ¿Está preparado para agregar valor económico o para generar empleos?

Durante la única conferencia que dicté en uno de los auditorios de la UNAM, años atrás, recuerdo que los estudiantes me escuchaban con cara de no entiendo nada, como si les estuviera hablando de otro planeta. Yo les hablaba de liderazgo empresarial, y les puse ejemplos de Bimbo o Sabritas. Yo he dado clases por años, y no tengo problema para comunicarme en un lenguaje claro con quien no domina la materia de negocios. El problema estaba del otro lado.

y aderezado esta semana por Lucía Andrea Morett Álvarez —la Los numerosos ejemplos de estudiantes de esas facultades, empezando por El Moshestudiante mexicana herida en el campamento de las FARC en Ecuador—, deberían merecernos reflexiones serias sobre los programas académicos, las habilidades conceptuales y —en todo caso—, el adoctrinamiento de que son sujetos algunos jóvenes en esas aulas.

Ojo. El problema no está en la disciplina, pues hay exitosos egresados de licenciaturas afines que se emplean en agencias de investigación de mercados o que se insertan en procesos creativos en corporaciones que gustan de nutrirse de talento diverso, multiplicando las posibilidades que les brindan los egresados de las facultades de negocios o economía.

No. El problema está en la intención profesional con la que egresan varios jóvenes de esas facultades. Quieren romper el mundo, no construirlo. Uno, que está en el mundo de los negocios, se puede topar con un dentista transformado en publirrelacionsta teniendo éxito, prosperando, aunque no fue en lo que originalmente estudió. Pero no es común hallar un filósofo de la UNAM inserto en el mundo de los negocios. ¿Por qué será?

En Estados Unidos es numeroso el grupo de filósofos o egresados de escuelas de arte que luego estudian un MBA. ¿Su propósito? Hacer negocios. Prosperar. Aquí, sin embargo, los exportamos a los campamentos guerrilleros latinoamericanos. ¿Por qué es ese su destino?



La respuesta de Adolfo Gilly:

Colegas:

Agradezco el envío del artículo de Carlos Mota, "¿Quién quiere estudiar filosofía en la UNAM?", que me llega desde diversas direcciones. No he acusado recibo antes porque estaba fuera del país. Ahora regreso y me encuentro con esta belleza.

Es una pieza literaria magnífica. Creo que la Facultad de Filosofía y Letras debería reproducir el recorte de "Milenio" en buenos posters, en colores, con todo y la sonriente foto, y un escueto encabezado que dijera: "FILOSOFIA EMPRESARIAL – Esta es la UNAM que ellos quieren".

No veo, de veras, motivo para insultar al autor, sino para estudiarlo.

No es sencillo exponer con tanta claridad y en espacio tan breve eso que en Spanglish llaman la "filosofía empresarial". El artículo está bien redactado y su argumentación tiene el mérito adicional de que no se anda con rodeos. Puede ser entendido por todos, analizado, comparado, investigado en las fuentes de su pensamiento (no pocos seminarios de universidades privadas se nutren de esas fuentes) y explicado en términos racionales, incluso en los saltos y las lagunas de su razonamiento, que en ese su razonar no son lagunas sino concatenamientos lógicos de un modo de pensar el mundo, la sociedad y las vidas.

En otras palabras, el breve escrito de Carlos Mota es una joya en su género. Creo que no se trata de denostarlo ni de injuriarlo, sino de analizarlo y explicarnos por qué piensa así y gracias a qué milagro el empresariado encontró alguien que develara con tanta claridad su imagen soñada y ambicionada de un México por fin suyo, sin filósofos ni otras razas por cuya boca se ponga a hablar el Espíritu.

Creo, estimados colegas, que este texto merece ser objeto de estudio, como ejemplar paradigmático de un modo de pensar y razonar poderoso en su incoherencia lógica, porque para ser lo que es, así tiene que ser. Podría ser el punto de partida de alguna brillante tesis de doctorado.

Hasta me atrevo a sugerir la realización de una mesa redonda y, si me apuran mucho, de un día de seminario sobre este escrito, con especialistas de las diversas ramas de conocimientos y destrezas que esta especie de moderno Pico della Mirandola ha logrado abarcar en su breve texto: filosofía, economía, sociología, historia, mercadotecnia, psicología, psiquiatría, ciencia política, geografía, geoestrategia, administración pública, administración de empresas y otras. Se podrían presentar al respecto ponencias breves, con toda la seriedad que el caso requiere - y el primero que se ría, pierde.

No me digan que estos párrafos no son verdaderos compendios de una forma específica en que hoy se da el ingenio humano en el inframundo publirrelacional:

¿Qué perspectivas profesionales tiene un joven que estudie en la Facultad de Filosofía y Letras o en la de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM? ¿Podría ser contratado en empresas como Unilever, Nokia, Sony o Cemex? ¿Querría? ¿Está preparado para agregar valor económico o para generar empleos?

Durante la única conferencia que dicté en uno de los auditorios de la UNAM, años atrás, recuerdo que los estudiantes me escuchaban con cara de no entiendo nada, como si les estuviera hablando de otro planeta. Yo les hablaba de liderazgo empresarial, y les puse ejemplos de Bimbo o Sabritas. Yo he dado clases por años, y no tengo problema para comunicarme en un lenguaje claro con quien no domina la materia de negocios. El problema estaba del otro lado.

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El problema está en la intención profesional con la que egresan varios jóvenes de esas facultades. Quieren romper el mundo, no construirlo. Uno, que está en el mundo de los negocios, se puede topar con un dentista transformado en publirrelacionsta teniendo éxito, prosperando, aunque no fue en lo que originalmente estudió. Pero no es común hallar un filósofo de la UNAM inserto en el mundo de los negocios. ¿Por qué será?

Yo, por mi parte y en lo que me corresponde y toca, pienso que una parte del problema está en el peculiar uso de los gerundios por parte de Carlos Mota. Pero sus preguntas son pertinentes, cómo no.

Por ejemplo: un joven que estudie astronomía, medicina, arqueología, antropología, restauración, museografía, música y teoría de la música y otros saberes imprácticos, "¿podría ser contratado en empresas como Unilever, Nokia, Sony o Cemex", a ver? Ese joven "¿está preparado para agregar valor económico o generar empleos", a ver? Y además: "¿Querría?".

Yo propondría además que a cada director de Facultad o de Instituto se le haga las mismas tres preguntas, y hasta al mismísimo Rector, y que en lo sucesivo dichas preguntas queden incluídas en la conversación que el Consejo Universitario sostiene con los diferentes candidatos a cargos diversos, y también en los exámenes de grado de las dos Facultades mencionadas por este autor. Faltaría más.

Es una pena que Carlos Mota haya venido a la UNAM sólo una vez. Si llegara a realizarse el seminario, sugiero que sea invitado de honor y que se le trate con respeto, como debe hacerse con cualquier objeto de estudio, sobre todo cuando se trata de un ejemplar de una rara pureza en su género. Hasta habrá que poner Sabritas y pan Bimbo en el estrado, junto al micrófono, para que se sienta realmente en casa y podamos, esta vez, de veras entenderlo.

Con saludos cordiales,

Adolfo Gilly.

PS. Ahora que lo pienso, me pregunto: ¿Sería posible que empresas serias como Unilever, Nokia, Sony o Cemex contrataran a este publirrelacionista que, según él dice, no logró hacerse entender en la UNAM? ¿Estará en verdad preparado para agregar valor económico o generar empleos, si ni en la UNAM lo entienden?

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