domingo, 10 de febrero de 2008

Libertad de expresión en Cuba versus libertad de expresión en EEUU

Estos días han aparecido unas imágenes de un estudiante cubano que preguntaba al Presidente del Parlamento Cubano, Ricardo Alarcón, acerca de las trabas que existen en Cuba para poder viajar libremente o para alojarse en determinados hoteles, entre otros temas. Temas que también ha tratado recientemente el cantautor Silvio Rodríguez. Sin entrar en el debate acerca de estos aspectos que, sin duda, son dignos de discusión (aunque habría que analizar quiénes en los países del Tercer Mundo, incluso en el Primer Mundo, son los privilegiados que pueden permitirse el lujo de viajar por el planeta, por ejemplo) y que, por supuesto, deben ser mejorados en beneficio del conjunto del pueblo cubano, lo que quiero destacar es las diferencias abismales que existen entre los EEUU y Cuba.

Mientras que a Cuba se le ataca por, supuestamente, vulnerar la libertad de expresión de su pueblo, constituir un régimen dictatorial, tener una política de terror hacia los opositores y un largo etcétera de acusaciones expresadas por gente mal informada, o por personas de mala fe que no soportan el ejemplo de desarrollo alternativo que da Cuba; EEUU se nos vende como el paraíso de la libertad de expresión, la tierra de las oportunidades para todos y todas, el adalid de la democracia que, de manera desinteresada -ejem- exporta su "American way of life" al mundo mundial, en definitiva, la sociedad ideal en la que todos nosotros, pobres muertos de hambre, quisiéramos vivir. Claro que, habría que preguntarse por qué ese "gran país" cierra sus puertas erigiendo muros para que no puedan llegar los pobres latinoamericanos que intentan cruzar la frontera desde México como mojados, arriesgando su vida, para después vivir en suelo gringo huyendo de la migra, en caso de que logren arribar a suelo estadounidense. A la vez que los cubanos que pisan suelo gringo obtienen "ipso facto" el derecho a quedarse en el país de las libertades. Como se puede apreciar, hay varas de muchos raseros...

El caso es que un artículo del gran Pascual Serrano en Rebelión ha hecho que me acuerde del caso de un joven estadounidense que, hace ya un tiempo, osó preguntarle al demócrata John Kerry algo sobre las elecciones fraudulentas que Bush le arrebató. Sin dejarle acabar su intervención, fue detenido por más de una decena de policías quienes le inmovilizaron no sólo con su fuerza física sino también utilizando un arma de descarga eléctrica (del mismo tipo que la que utilizó la policía canadiense para matar a un señor que se puso nervioso en un aeropuerto de Canadá). Así que, poca broma en el "país de las libertades" donde, con frecuencia, te detienen de manera arbitraria en sus aeropuertos y se dan el lujo de interrogarte por horas. Está claro que en EEUU la libertad de expresión es más un decorado que una realidad. Pero, los mismos que cercenan la libertad de expresión en su país se encargan de decirle al mundo que no hay problema, que ellos son los defensores de la libertad y que otros, como Cuba, no la respetan. Vamos, el lobo dando lecciones de cuidar a las ovejas.

Aquí dejo un par de vídeos para atestiguar lo que he estado diciendo. En el primero, varios estudiantes cubanos plantean sus quejas y cuestionamientos al dirigente cubano sin que nadie llegue a reprimir su derecho a intervenir. Algunos cínicos dirán que, claro, a partir de ese momento ya van a estar fichados y bla, bla, bla. Lo que ignoran es que en Cuba la gente está más acostumbrada a discrepar y al debate político de lo que ellos se creen. ¡Y mucho más informada! Al menos la Revolución les ha dado las herramientas intelectuales para poder cuestionar el poder de sus dirigentes. Un espíritu crítico que, en la mayoría de países capitalistas, el poder se encarga de abortar antes de que pueda aparecer. Ya se sabe que un pueblo formado no puede ser tan fácilmente manipulable...

El segundo es un vídeo casero que muestra la reducción del pobre estudiante yanqui. No tiene desperdicio, aunque no se sepa inglés, las imágenes valen más que mil palabras.





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