Ahora, si me permiten, quisiera seguir con Chile para realizar un humilde y pequeñísimo homenaje a ese hombre que fue Salvador Allende. Una figura que me fascinó desde mi infancia, por motivos que no vienen al caso de este blog, y que con los años se hace más gigante en su ejemplo ético. Allende murió asesinado a manos de la ultraderecha chilena. Habrá quien diga "no, qué dices, Allende se suicidó". Sí, muy bien, pero ¿acaso se hubiera suicidado de no haberse producido el ataque contra la Palacio de la Moneda? No creo que Allende se levantara ese día diciendo "estoy cansado de la vida, voy a suicidarme". Así que me da igual si él se disparó o lo hicieron otros, pues su muerte fue producto del ataque iniciado por los golpistas y fue un adelanto de lo que hubiera sido su destino de haber caído en manos de las sediciosas fuerzas armadas chilenas. ¿O alguien se cree que lo hubieran dejado vivo teniendo en cuenta cómo sulfuraba a la clase media-alta chilena que estaba horrorizada con esos "marxistas asquerosos" que querían convertir Chile en la Unión Soviética? ¿Alguien seriamente puede creerlo viendo las decenas de miles de personas que fueron DESAPARECIDAS para ser secuestradas, torturadas, violadas y, finalmente, asesinadas? Todo ello, por supuesto, con el fin último de "salvar a Chile de las garras del comunismo" pues ya sabemos que el comunismo es lo "pior de lo pior" en el mundo-mundial. Yo una vez oí que los comunistas tenían rabo y se comían a los niños crudos y que si tenías una bicicleta iban a quitártela para que fuera de todos. ¡Hay que luchar contra los comunistas! Claro que sí...
Ayer Salvador Allende hubiera cumplido 100 años. Lo triste es que no pudo siquiera pasar de los 65... Uno de los peores golpes de Estado que sufrió América Latina y el mundo se lo impidió. Con su derrocamiento intentaron arrancar de cuajo todo lo bello que había en Chile, toda la esperanza que significaba la experiencia chilena para los pueblos oprimidos de América Latina. Sin embargo, lo que no pudieron eliminar fue su ejemplo heroico, su dignidad ética, su coherencia hasta el final. Sus últimas palabras al pueblo de Chile estremecen y dan idea del sentido de trascendencia que Allende tenía sobre su labor al frente -y al lado- del pueblo chileno. Esas palabras han quedado para la posteridad y cada vez que se leen, cada vez que se escuchan, cada vez que se pronuncian, nos hacen ver la sangre en las manos y la podredumbre en las almas de aquellos que desde el 11 de septiembre de 1973 llevaron a Chile hacia un supuesto "milagro económico" que no fue más que un infierno social para la mayoría del pueblo chileno.
ÚLTIMAS PALABRAS DE SALVADOR ALLENDE
(...) Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos, mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal a la lealtad de los trabajadores.
El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
Trabajadores de mi patria: Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición, pretende imponerse. Sigan ustedes, sabiendo, que mucho más temprano que tarde, de nuevo, abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza, de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.
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