martes, 7 de julio de 2009

Honduras: militares asesinos

Han pasado los días y no he escrito nada sobre el fallido intento de regresar a Honduras por parte del Presidente Manuel Zelaya y la represión desatada en el aeropuerto Toncontín de Tegucigalpa por los militares pertrechados allí para evitar la entrada de Zelaya al país el pasado domingo. Tal vez sea porque la impotencia y la rabia de ver en directo a través de Telesur cómo las fuerzas represoras y usurpadoras de la soberanía popular hondureña disparaban contra el pueblo inerme -no sólo gases lacrimógenos sino también balas- me paralizó. En esos momentos es cuando uno se da cuenta de la necesidad de tener un pueblo armado y entrenado militarmente. De lo contario, seguirá sucediendo lo que pasó el domingo y muchachos como el de la fotografía seguirán engrosando las filas de los caídos por culpa de seres sin escrúpulos. Gente que, además, goza de total impunidad para perpetrar sus fechorías. El pacifismo es muy bonito e incluso yo estoy de acuerdo con la no-violencia pero, desde luego, lo que no se puede pedir es que en un sistema basado en la violencia, incluso la estructural, la gente se quede de brazos cruzados mientras le caen balas por todos lados. Ya no entro en el hecho de que todavía en el siglo XXI, con el desarrollo alcanzado por el ser humano, siga habiendo millones de seres humanos que mueren litaralmente de hambre. Oponerse a cualquier cambio que vaya encaminado a acabar con tan vergonzosa situación debería hacer reflexionar a esos que se oponen en la práctica a la mejora de las sociedades a la par que consideran que son buenos cristianos y gente respetable, de orden. Aquellos que hinchan su pecho cuando salen de su boca conceptos vacíos como la "lucha contra la pobreza" (será contra los pobres) pero que no están dispuestos a mover ni un dedito en conseguir una sociedad un poquitico más justa. Las oligarquías latinoamericanas son el ejemplo paradigmático de esta hipocresía social.


A día de hoy, Honduras sigue siendo una democracia secuestrada donde ya van unos cuantos muertos y unos 800 detenidos, más los desaparecidos que esperemos que aparezcan cuando todo esto pase. Me hace gracia pensar en la presteza de EEUU a la hora de ir a "liberar" a los iraquíes del malvado Saddam Hussein y llevarles la "democracia". Pero cuando se trata de un golpista amigo -al fin y al cabo amigo aunque su canciller haya metido la gamba diciendo que "el negrito no sabe dónde queda Tegucigalpa y lindezas por el estilo- miramos para arriba y silvamos haciéndonos los despistados. A lo máximo que ha llegado, de momento, el Imperio es a suspender sus maniobras militares conjuntas con el ejército hondureño. Un ejército al que ellos mismos adiestraron en aquella aciaga década de los 80 cuando Centroamérica no era más que un tablero donde EEUU jugaba su particular partida de ajedrez contra el enemigo comunista (al que veían por doquier).

La Guerra Fría acabó sobre el papel pero, por lo visto, su lógica no desapareció de la mente de los que siguen mandando en EEUU. Y cuando hablo de los que mandan, hablo de los que mandan de verdad. No de Obama ni de cualquier otro títere que ponen ahí para gestionar sus intereses.

Veremos cómo prosiguen los acontecimientos. Por lo pronto, yo no veo una salida clara a todo este asunto. Mi particular punto de vista es que no habría que ceder ni un milímetro con los golpistas porque eso puede significar un paso atrás que corre el riesgo de extenderse a otros procesos emancipatorios latinoamericanos. Si triunfan los golpistas, aunque sea un triunfo moral en algún pequeño aspecto, las oligarquías bolivianas, venezolanas, ecuatorianas, etc., se envalentonarán y verán que subvertir los procesos puede realizarse, incluso, ante la mirada impasible de la comunidad internacional. Si países como EEUU o los países de la Unión Europea miran para otro lado en el tema de Honduras y no hacen siquiera el esfuerzo de aparentar ser defensores de la democracia, entrarán en una nueva fase de deslegitimación ante los pueblos latinoamericanos y ante sus propios pueblos. Ante los primeros ya están más que deslegitimados, es por ello que los pueblos latinoamericanos están buscando su propio rumbo haciendo oídos sordos de las "recomendaciones" del "establishment" hegemónico internacional. Sin embargo, los pueblos norteamericano y europeo puede despertar de su letargo y empezar a pedir cuentas a lo que ellos creían que eran sus "gobiernos democráticos". Ese día el actual orden mundial injusto y denigrante que impone el sistema capitalista va a iniciar una rápida cuenta atrás en su agonía. Cuando se unan las luchas del centro con la periferia, por decirlo en términos de otras décadas, el capitalismo imperialista tendrá los días contados. América Latina es hoy en día el espejo en que se miran los luchadores de los países desarrollados y de aquí se pueden sacar muchas conclusiones. Tiempo al tiempo...

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